Pasada la guerra civil; quedaban pocos supervivientes. Aquella noche jamas se me olvidará. Todo transcurría como de constumbre; estábamos cenando; humildemente, debido a los problemas económicos. Mi madre trabajaba en la casa y mi padre salía al campo de vez en cuando. Éramos pobres, muy pobres; lo único que teníamos era los unos a los otros y ni siquiera, pues discutíamos temas insignificantes.
Mi madre nos trajo una pequeña olla con sopa de ajo fría. Yo estaba muy delgada; y siempre iba con el mismo atuendo un kimono de cuadros. Yo odiaba la sopa de ajo por lo que me enfadé y me escondí debajo de la mesa.
Mi madre siempre decía que yo era demasiado caprichosa.
De repente sonó un sonido muy fuerte cerca de nuestro pequeño hogar. Todo estalló; yo salí a la calle corriendo. Todo el mundo estaba como perdido, ausente. Se oían llantos y lamentaciones. Yo me quedé parada sin saber que hacer; contemplando aquel panorama.
A la mañana siguiente decidí buscar cobijo. Encontré un pequeño rincón en el que me eché a llorar. Yo era pequeña para entender lo que estaba pasando. Pero vi a mis padres muertos y eso me hacía llorar; necesitaba oír su voz, un abrazo, estaba perdida...
Más tarde me seque la lágrimas y saque mi pequeña caja con lanas.
Eso siempre me ayudaba cuando estaba triste. Pensé en ganarme la vida vendiendo pequeños trapos pero me di cuenta de que nadie iva a hacer caso a una niña pequeña y, aún peor, si me veían los guardias me llevarían a un horfanato, y eso era lo último que yo quería pues había oído hablar de ellos y se contaban cosas espantosas.
La primera noche me quedé en ayunas; con el temor en el cuerpo de que pudiera ocurrir una catástrofe como el día anterior.
No pegué ojo, aparte de que el frío del suelo se me metía por los huesos; no hacía más que venírseme a la cabeza recuerdos con mis padres; tanto buenos como malos. Y nunca me he perdonado el no haberles demostrado todo mi amor y todo el afecto.
Vi la puesta de sol, realmente era bonito.
Por la mañana; encontré un pequeño tenderete en el que había manzanas y un poco de agua, así que, en cuando la dependienta se dio la vuelta yo eché mano de ello. Me dí cuenta de que me observaban, eché a correr como nunca lo había hecho. Al final me pillaron y me llevaron al orfanato, ese sitio al que yo tengo tanto pánico.
Allí había muchos niños, pero yo siempre andaba sola y me llamaban "la rara"
Desde entonces muchos me han visto aparecerse como me ves tú: debajo de la mesa y con mis lanas. Pero hasta ahora, solo he hablado contigo.