miércoles, 12 de mayo de 2010

CUENTO DE MAYO


Yo nunca quise estudiar. No se me daban bien los estudios y aparte era muy vago.

Mis padres murieron en un accidente de tráfico cuando yo tenía 16 años; por lo que yo me aparté completamente de los estudios.

Mi abuela me acogió en su casa, me sentía solo; pues mi abuela era sordomuda. Decidí comprarme un gato y pasados dos años un perro. He vivido con ellos hasta nuestros días; es más ellos me ayudaron a salir adelante. Poco a poco aprendimos piruetas y las practicábamos en la calle. La gente miraba asombrada. Un día aparecio un señor bien trajeado y me propuso trabajar en el circo. Yo acepte de inmediato. Jamás se me olvidará mi primer día. Me puse mi mejor atuendo; dentro de mi bajo presupuesto y me encaminé hasta llegar allí. Había muchos animales, trapecistas, enfin todo eso que hay en los circos. Fuimos aumentando nuestras habilidades y trabajando en mejores circos con más prestigio.

Llegada una edad no pude seguir trabajando, pues los huesos estaban viejos y los animales con los que yo había trabajado siempre se habían muerto. Ahora me gano la vida enseñando a los jóvenes aprendices.

CUENTO DE ABRIL


Pasada la guerra civil; quedaban pocos supervivientes. Aquella noche jamas se me olvidará. Todo transcurría como de constumbre; estábamos cenando; humildemente, debido a los problemas económicos. Mi madre trabajaba en la casa y mi padre salía al campo de vez en cuando. Éramos pobres, muy pobres; lo único que teníamos era los unos a los otros y ni siquiera, pues discutíamos temas insignificantes.

Mi madre nos trajo una pequeña olla con sopa de ajo fría. Yo estaba muy delgada; y siempre iba con el mismo atuendo un kimono de cuadros. Yo odiaba la sopa de ajo por lo que me enfadé y me escondí debajo de la mesa.

Mi madre siempre decía que yo era demasiado caprichosa.

De repente sonó un sonido muy fuerte cerca de nuestro pequeño hogar. Todo estalló; yo salí a la calle corriendo. Todo el mundo estaba como perdido, ausente. Se oían llantos y lamentaciones. Yo me quedé parada sin saber que hacer; contemplando aquel panorama.

A la mañana siguiente decidí buscar cobijo. Encontré un pequeño rincón en el que me eché a llorar. Yo era pequeña para entender lo que estaba pasando. Pero vi a mis padres muertos y eso me hacía llorar; necesitaba oír su voz, un abrazo, estaba perdida...

Más tarde me seque la lágrimas y saque mi pequeña caja con lanas.

Eso siempre me ayudaba cuando estaba triste. Pensé en ganarme la vida vendiendo pequeños trapos pero me di cuenta de que nadie iva a hacer caso a una niña pequeña y, aún peor, si me veían los guardias me llevarían a un horfanato, y eso era lo último que yo quería pues había oído hablar de ellos y se contaban cosas espantosas.

La primera noche me quedé en ayunas; con el temor en el cuerpo de que pudiera ocurrir una catástrofe como el día anterior.

No pegué ojo, aparte de que el frío del suelo se me metía por los huesos; no hacía más que venírseme a la cabeza recuerdos con mis padres; tanto buenos como malos. Y nunca me he perdonado el no haberles demostrado todo mi amor y todo el afecto.

Vi la puesta de sol, realmente era bonito.

Por la mañana; encontré un pequeño tenderete en el que había manzanas y un poco de agua, así que, en cuando la dependienta se dio la vuelta yo eché mano de ello. Me dí cuenta de que me observaban, eché a correr como nunca lo había hecho. Al final me pillaron y me llevaron al orfanato, ese sitio al que yo tengo tanto pánico.

Allí había muchos niños, pero yo siempre andaba sola y me llamaban "la rara"

Desde entonces muchos me han visto aparecerse como me ves tú: debajo de la mesa y con mis lanas. Pero hasta ahora, solo he hablado contigo.

CUENTO DE FEBRERO


Corría un tiempo de tragedia y dolor, nadie tenía derecho a expresar lo que pensaba. Todo el mundo debía obedecer al régimen.

Emisoras e radio; determinados comentarios, libros, algunas de esas cosas estaban prohibidas en aquella época.

El escritor, Gustavo, vivía en un pequeño cuartillo escondido en un armario en la casa de su hermana. Él estaba buscado por la policía; a causa de sus ideales. A él le encantaba escribir y, puesto que no tenía otra cosa que hacer; mataba el tiempo dedicándose a ello.

Su hermana trabajaba en un pequeño tenderte vendiendo ropa interior. Ahora mismo estaba atravesando una época de hambre, pues casi nadie se paraba a comprar.

Un día, cuando estaban comiendo, Gustavo tuvo una idea:

- ¡Eugenia! ¿A ti que te parecería vender mis libros?

- ¡Pues no sería mala idea! Pero tu sabes que tus escrituras están prohibidas y yo correría peligro.

- Cierto. Bueno ya se nos ocurrirá otra cosa para darnos de comer.

A la mañana siguiente Eugenia le dijo a Gustavo:

- Gustavo; he estado toda la noche pensando y podríamos usar mi tenderete como tapadera. Podríamos formar parte del mercado negro.

- Esa idea me gusta. Pero habría que ir transmitiendo el mensaje.

- De momento yo ya he hecho un cartel para atraer a la gente a comprar, mira este es:

- POR LA COMPRA DE TRES BRAGAS REGALAMOS UN LIBRO.

- ¡ Buena idea! Así a la gente le entraran ganas de comprar.

Transcurrido el tiempo el hilo del tenderete llegó a oídos de todas las personas con los mismos ideales que el escritor Gustavo.

Su vida mejoró lentamente; hasta que un día los guardia registraron el tenderete y encontraron diversos artículos y libros prohibidos. Minutos más tarde registraron su casa. A ambos hermanos los encarcelaron.

Les sentenciaron a pena de muerte. Acabaron muriendo en la soledad y nadie lamentó su pérdida debido a que no tenían familia.